Un viaje de constante aprendizaje

Hola muy buenas, soy Aria y estoy escribiendo este artículo a dos días de mi cumple, 15 de mayo 😊.

Llevo más o menos un mes y medio en Finlandia. Para poneros en antecedentes voy a empezar a contaros como encontré este proyecto:

Todo empezó en octubre de 2023. Estaba en mi casa comiendo tranquilamente con mis padres. Mi padre comentó que una amiga suya le ha hablado de una plataforma llamada EUROPEAN SOLIDARITY CORPS (por esa época yo no estudiaba porque me había dado un año para descansar y buscar trabajo; para sorpresa de nadie, no encontré nada).

El caso es que, como no tenía ni idea de cómo funcionaba la plataforma y me daba un poco de pereza consultarla, me dije: “ya lo miraré”, lo típico que piensas cuando, a pesar de que tienes ganas, la desidia te puede.

Pasaron los meses y yo seguía sin seguir encontrando trabajo y con ganas de subirme por las paredes por que no tenía nada que hacer (no soy una persona calmada ni callada precisamente), pero decidí ponerme a buscar posibles estudios para el siguiente año y pedir cita para la agencia de empleo. Esta no me ayudó a pesar de tener el título de monitora de ocio y tiempo libre. Así que aproveché mi formación para trabajar de forma voluntaria como monitora en mi grupo scout.

Durante todo este tiempo había tenido conversaciones intermitentes de lo mucho que me gustaría hacer un voluntariado, pero ya casi de manera anecdótica y desiderativa, mas no imperativa.

Hasta que un alegre día decenero, un mes un tanto turbulento en mi 2024, mi madre me habló de una compañera de trabajo, Rosario, que conoce un centro en el cual me podían informarme más sobre este tema, casualmente llamado Europa Joven Madrid 😉). El caso es que quedamos un día, me enseñó las instalaciones del departamento de igualdad y habló con una señora muy agradable que me ayudó con mi currículo. Una vez que terminó de enseñarme todo, fuimos al centro de Europa Joven y allí unas chicas muy majas nos recibieron muy bien y nos explicaron su funcionamiento. Rosario que, como dice mi madre, es muy pilas me animó a que hiciera el voluntariado para ese mismo mes de enero (cosa que no fue posible, porque soy un desastre y mi madre sabe que me tengo que preparar y organizar a fondo por lo menos tres meses antes).

Al principio quería ir a Noruega, ya que el programa en ese país empezaba en mayo, una buena fecha. Y es el país al que siempre he soñado con ir desde que era cría. Pero la estancia era un año entero, demasiado tiempo. Así que seguí mirando un poco más y me topé con este proyecto en un pequeño pueblo de Finlandia, Vesilahti. A partir de ahí todo fue saliendo sobre ruedas, como si el proyecto me hubiera escogido genuinamente.

Una vez relatada esta pequeña introducción, voy a contar el viaje. Me levanté sobre las 6 de la mañana porque teníamos el vuelo a las 10:10 y porque de verdad necesito todo ese tiempo. Soy un desastre andante, creedme. Estuvimos esperando tranquilamente. Curiosamente, ni ese día ni los anteriores había estado nerviosa. Y eso que soy un saco de nervios. Desayunamos y pasé el control sin problemas. Una vez dentro, me costó un poco encontrar la zona de embarque. Al llegar a ella, tuve tiempo de esperar tranquilamente, fumar un piti y embarcar (todo esto avisando a mis padres de cada paso que daba).

El viaje fue bastante incómodo, había personas que no sabían lo que era callarse y estuvieron parloteando durante todo el viaje, además de los asientos incomodísimos. Afortunadamente el viaje fue corto (cuatro horas y media) y una vez que vi Helsinki desde la ventanilla, me quedé completamente asombrada por la cantidad de bosques que había y por lo claro que se veían los cielos.

Una vez en el aeropuerto, lo primero que me pedía el cuerpo fue un bocadillo de 12,95 del Subway, una gran alegría para mi cartera, pero lo único que me importaba en ese momento era el hambre voraz que tenía. Así que mientras bajaba a recoger el equipaje, iba comiendo un bocadillo. Encontré el equipaje sin problema, pero lo duro vino después, poder moverme mínimamente con una malentoncio (término del diccionario materno) que pesaba el doble que yo, con un macuto de 50 L y mi humilde maleta de mano, mientras comía el bocadillo y en la otra mano tenía el Aquarius, cosa que obviamente es imposible, no estamos en una película donde Tom Cruise es el prota.

 

Cuando terminé el bocadillo fui a la zona del tren. Una vez ubicada, tomé la estúpida decisión de bajar por las escaleras mecánicas en lugar del ascensor suponiendo que eran cortas. La escena que veían los locales era una chica con una maleta mas grande que ella misma, un macuto mal puesto a las espaldas y una maleta de mano que solo entorpecía cada paso que daba en tres escaleras mecánicas kilométricas mientras le daba patadas al equipaje y soltaba injurias por su boca. Así es como empieza una Pérez Pino su viaje debidamente.

Una vez en el tren, el voluntario que se supone que debía ayudarme no respondía a los mensajes, así que cogí el primer tren que vi, que me llevó hasta Tikkurila. Allí otro voluntario, tampoco me facilitó las cosas al hablarme de forma ambigua, hasta que después de 20 minutos tuvo la decencia de mandarme el enlace para comprar los billetes del tren correcto. Una vez en mis manos, subí las escaleras para ir al andén pero vi salir el tren delante de mis narices. El color rojo se apoderó de mi piel al perder así 30 euros, porque no se le ocurrió decirme en qué andén debía tomarlo. De modo que compro otro billete (este más barato) y, como tarda una hora digo: “pues nada, un cigarrito y a acomodarnos”. Pero claro, un rato está bien, pero cuando tus manos ya llevan 20 minutos fuera, ya empiezan a inutilizarse y como no se me ocurrió poner los guantes a mano, tuve que rebuscar en la maleta. Abrir la maleta es mucho más fácil que cerrarla cuando está repleta y ya solo quedaban diez minutos para que llegara el tren. Así que me ves hablando con mi madre, roja como un tomate, mientras intento con todas mis fuerzas cerrar la puñetera maleta. No hace falta aclarar que no lo conseguí cerrar del todo y me subí al tren con la maleta abierta y emitiendo dos insultos por segundo mientras la gente se reía tímidamente. Por fin, me senté tranquilamente mientras le contaba todo a mis padres.

Mi primera impresión de Finlandia fue el frío en abril. Parecía que no era para tanto, pero después de 20 minutos empiezas a sentir que tu cuerpo se ha vuelto incorpóreo, dicho en otras palabras, estás tiesa.

También me fijé que el finés suena a veces bastante como el chino o el japonés. Por ejemplo, para saludar y despedirse dicen: “moi” o “moi moi”. Para decir gracias: “kiitos”.

En general la gente te ve como un bicho raro. Por ejemplo, mientras intentaba cerrar la maleta, en lugar de ayudar, te miraban de forma extraña, como si no les gustara dar el cante. Además de que aquí la gente racializada no es tan habitual.

 

 

Una vez que llegué a Leempäla, la coordinadora me recogió en coche. Se llama Isabelle, es portuguesa y entiende bastante bien español, por lo que cuando quiero comunicar algo o hablar más fluidamente la hablo en español. Llegué con bastante energía y saludé a los demás voluntarios en Mankeli (la casa comunitaria). Fui la última en llegar. Nos pusimos a cenar y mientras hablaban yo no tenía ni idea de qué iba la conversación, ya que uno de los mayores hándicaps al principio fue el inglés, ya que los voluntarios tienen un acento bastante fuerte y una de ellos habla muy fluidamente y rápido.

Todos son de un país diferente: Gaëtan, Bélgica; Keitlin, Estonia; Mathilde, Portugal; Martin, Hungría; Noemi, Italia.

Al principio me costaba mucho entender y comunicarme, pero una vez le fui pillando el tranquillo al inglés no había quien me parase, aparte de que aquí también me puedo comunicar en español con Mathilde porque entiende bastante bien.

Tardamos bastante poco en relacionarnos y empezamos a hacer actividades juntos, como ver películas (las primeras las de Kill Bill) y a pasar tiempo juntos. Pero con quien empecé a tener más afinidad fue con Mathilde, ya que compartíamos bastantes cosas juntas y es con la única que podía ser yo completamente.

 

En abril fue nevó bastante, con temperaturas bajas, y algunos días de sol que presagiaban que venía por fin la primavera, hasta que nevaba otra vez. El 1 de este mes celebramos por fin el inicio de la primavera y afortunadamente a partir de ahí empezó a hacer sol casi todos los días, lo que no significa que haga calor ya que puede ser un grado. Aunque en el momento en que escribo esto, 13 de mayo, hace unos increíbles 19 grados :0.

La contaminación es bastante baja ya que no hay muchos coches en las carreteras y mucha gente se mueve en bici o en transporte público. Este último nunca está lleno, siempre puedes ponerte casi como te dé la gana porque suele estar bastante vacío, incluso si vas a una ciudad como Helsinki o Tampere.

Al principio no entendía como Finlandia era el país más feliz del mundo, pues yo veía caras largas cuando hacías algo medianamente raro o simplemente mientras caminaba. Sin embargo, una vez que fui conociendo más este maravilloso país, me encontré sitios como centros juveniles en los que había muchas actividades como coser, hacer tazas, expandir tu vena artística sin tener que pagar nada. Al igual que otro de los centros que visito cada viernes, que se enfoca en jóvenes con posibles problemas mentales y está abierto para todos. En él se preparan actividades de diferente índole, como música, videojuegos, juegos de mesas, exposiciones y aprendizaje de instrumentos musicales en una sala llena de ellos. Todo sin tener que pagar nada. Este centro, sin embargo, no se enfoca en los problemas que puedan tener, sino en crear un espacio seguro a aquellos que solo necesitan evadirse de su realidad y socializar con las demás personas. Aunque si te encuentras mal eso no significa que no puedas encontrar un sitio de escucha.

              

Ahora mismo voy cada viernes y es un sitio muy interesante. También te puedes encontrar muchos otros centros juveniles o de ocio en los cuales hay un montón de posibilidades, como jugar videojuegos en consolas como Nintendo Switch, ping pong y todo como digo gratis. Incluso hay sitios para personas con problemas con las drogas que están intentando dejarlas y que son un espacio seguro para ellos.

Ahora, hablando estrictamente de mi proyecto, he de decir que estoy muy contenta del sitio, ya que es justo todo lo que quiero compartir para el resto de mi vida y lo que siempre he buscado, un sitio donde compartir sea la palabra que prevalezca, pero también un sitio donde sentirte mal está bien y no es egoísta. Por supuesto, la filosofía del proyecto es lo que me atrajo: una vida sostenible para cuidar poco a poco esté mundo que cada día se enferma más.

     

Es verdad que al principio esta vida campestre puede costar un poquito y cosas como los baños secos, la sauna, las duchas y todo lo demás te puede impactar un poco, pero en mi caso fue toda esa combinación lo que me hizo escoger. Me siento tan libre estando tan conectada a la naturaleza y al mundo.

Hablando del trabajo, cada semana cambia tu rol en la comunidad. Una semana puedes ser el chef, que se encarga de preparar, comprar, limpiar y todo lo relacionado con la cocina para hacer comida para una veintena de personas o más, ya que todos los días de trabajo (de martes a sábado) las personas del pueblo vienen a Mankeli para una comida comunitaria. Otra semana te puedes encargar de jardinería, construcción en el granero y diversas tareas. Por último está el care taker, que se encarga de cuidar todos los espacios comunitarios, como los baños, la sauna, las alfombras, calentar la chimenea del agua, llevar la caca de los baños al compost y el pis a su debido lugar, etc. Esto, como digo, rota todas las semanas. En mi caso, adoro todas las tareas, pero es verdad que todo esto, si no estás acostumbrada a esta vida campestre, te puede abrumar. Transportar el pis es lo peor.

Hay muchos proyectos personales que estoy en proceso de conseguir. Mi objetivo principal es escribir hasta que un día pueda tener en mis manos mi propio libro. También quiero aprender un poco de brujería y sé que este es el lugar perfecto, pero a veces me estanco sin quererlo.

La gente de la comunidad es muy agradable y siempre está dispuesta a escucharte y ayudarte en lo que pueda. Me gusta hacer actividades con sus habitantes, como barbacoas, ir a fiestas, el karaoke en la casa comunitaria y celebrar la vida, que para eso está.

Para terminar este artículo (y perdón por aburriros, hablando soy pesada pero cuando escribo, es un monólogo estupendo para mí), quisiera hablar sobre cómo me he sentido este tiempo, que parece que fue ayer cuando vine. Al principio la felicidad vino en oleadas, todo parecía que pasaba a una velocidad de vértigo y, a la vez, una extraña sensación de que el tiempo se detenía inexplicablemente. He hecho un sinfín de cosas y pasado por otro sinfín de sentimientos, he llorado, me he caído por las escaleras, me he sentido insuficiente y abrumada, hemos ido a centros juveniles fabulosos, he perdido muchas cosas, me he desesperado, he gastado dinero, he ido a un parque de atracciones, hemos hecho autostop, nos hemos vuelto locas en la nieve, me he hecho un tattoo con Mathilde y me he sentido triste por su próxima partida, me he perdido y vuelto a encontrar, pero puedo resumirlo en que así funcionan los ciclos de la vida, aprendes nuevas cosas todos los días, mientras vas desaprendiendo otras cosas que ya no necesitas, y así en un proceso sempiterno de metanoia (palabra griega que habla sobre el proceso de transformación que cambia la forma de pensar, sentir, de ser o de vivir de alguien).

        

En conclusión, a pesar de que Finlandia pueda parecer en una primera instancia fría y algo deprimente, tiene un gran corazón lleno de sorpresas que pienso que muchos países tendrían que tomar como ejemplo, más ahora con la situación de Israel.

Muchas gracias por vuestro tiempo, os deseo lo mejor.

Aria.

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